sábado, 28 de febrero de 2015

Las últimas tentaciones (y caídas) de Francisco


11- Un Papa que mezcla la política con la fe: muchas de las actitudes de Bergoglio lo exponen como un líder populista, que no quiere decir popular, sino que tiende a mezclarse con personas de la más variada calaña. Entre ellos los políticos argentinos. Aunque haya repetido que no quiere influir en los mecanismos políticos de este país, o que aplace su esperado (por algunos) viaje a su país de origen para no inmiscuirse en la política local, en estos dos años no ha dejado de recibir políticos de todo color y pelaje, incluyendo tres veces a la Presidenta (a quien pidió cuidar) y excluyendo a dos notorios opositores (uno candidato a presidente y otro sindicalista). Se ha sacado fotos con todo tipo de agrupaciones políticas y banderías, aún aquellas que favorecen todo tipo de políticas contraproducentes para la mayoría del pueblo argentino. Como Cardenal durante años le huyó a la cercanía de políticos, salvo aquellos obsecuentes como el diputado que hace unos días publicó una desafortunada carta del Papa que ofendió al pueblo mejicano. Pero como Papa no tiene empacho en dar a Dios y al César el mismo tratamiento. 
12- La búsqueda inquietante de novedades morales y doctrinales: aunque el Magisterio de la Iglesia ha definido claramente todas las cuestiones que tienen que ver con la fe y la vida humana a partir de la Revelación, con el Papa Francisco se ha profundizado e institucionalizado (por ejemplo a través del C9) una cantidad de posibilidades (pedidas históricamente por sectores progresistas y pseudo-católicos) de cambios en la doctrina y moral de la Iglesia. Todo parece estar nuevamente en estudio, esperando nuevas hipótesis de respuesta y alternativas abiertamente contrarias a lo establecido por Papas, Santos, Doctores de la Iglesia, Concilios y Sínodos. Y cuando estas propuestas le son rechazadas pone en marcha una serie de advertencias y amenazas a los que quieran enfrentarse a sus cambios. En otras palabras, a pesar de reclamar la humildad y la pobreza como ariete publicitario, en sus actos personales actúa utilizando el "poder" que el Papado le confiere. Los santos y beatos nombrados directamente sin el proceso canónico completo (la necesidad del milagro reconocido) ha sido utilizado más que lo que lo usaron la totalidad de los Papas anteriores. El nombramiento de obispos o cardenales sin consulta o sin respetar las tradiciones de las sedes cardenalicias tampoco son objeto de su afecto. Y al as bajo la manga para el próximo sínodo de apelar a su autoridad para "atar lo que quiera atar en la tierra y en el cielo" va dejando de ser una fantasía a medida que pasa el tiempo.
13- Algunas de sus obsesiones que ocultan la profunda crisis de fe actual: el Papa puede tener los horarios que quiera: levantarse a las 5, rezar, la misa, reuniones, audiencias, reuniones y más reuniones, llamadas telefónicas, contestar cartas, recibir visitas, etc. En toda esa febril actividad (que parece resentirle la salud pero impecablemente detallada en los medios) parece que toda su dedicación está puesta en pocos aspectos esenciales que son urgentes en la Iglesia: dedicado a la lenta reforma de la Curia, empeñado en su momento en los inmigrantes ilegales, luego en los contactos políticos con Argentina, su empeño manifiesto (el más grave) en dividir a la Iglesia (en vez de unir) en misericordiosos frente a fariseos rigoristas, etc. Este empeño lo viene trasluciendo en cada homilía, cada discurso, cada juicio contra ls cristianos que tratan de vivir su fidelidad a Cristo lo mejor posible. Al juzgar a los católicos de grises, quejumbrosos, aburridos, barnizados, caras de funeral, revela el poco amor que tiene por los que forman la Iglesia, que entregan su vida por ella y viven la fe en el lugar que les dio el Señor.
14- La calculada trampa del Sínodo de la Familia: acerca de la familia, de cómo puede enfrentar los ataques que sufre, como vivir con fe y amor la secularista opción de vida actual, se podría profundizar mucho. El Magisterio siempre se mantuvo actual en este acompañamiento. Hasta Francisco. Especular con dar la comunión a los divorciados vueltos a casar (nunca excluidos de la Iglesia, aunque Francisco nos lo quiera hacer creer), la posibilidad de realizar un camino de conversión y gracia a las personas homosexuales (acompañados con respeto y comprensión como pide el Catecismo, aunque Francisco quiera decir que no es así), se ha convertido para el Sínodo, de mano de colaboradores directos del Papa que manipulan la opinión y a los propios padres sinodales, el ariete papal en su búsqueda de soluciones y nuevas hipótesis. Con ese fin, el mismo Francisco prohibió publicar las exposiciones de los obispos durante el Sínodo, y vergonzosamente añadieron a la relación final cuestiones que no habían sido formalmente votadas por los obispos, para torcer el brazo y seguir exponiendo (para criticarlos y debilitarlos) a los que afirman con justicia que esas cuestiones ya han sido resueltas por el Magisterio precedente. Y el Papa no ha sido nada ajeno a estas trampas.
15- El rumbo que Francisco planea para la Iglesia: al Papa no le importa romper moldes. Se ha revelado como un gran estratega en el perfil que le ha dado a su rol pontificio: humilde, con gran exposición y repercusión en los medios (buscada abiertamente y transando más de una vez con ellos), desacartonado. Con estas actitudes sigue encandilando a sus colaboradores y a personas que se deslumbran con sus gestos, que siguen sin creer un ápice en la fe católica. Siendo argentino, lleva en su esencia el doble discurso, el populismo, el narcisismo del que cree que nunca se va a equivocar, que le deben obediencia ciega y fiel, y que no tolera la más mínima crítica. Su discurso en el cierre del Sínodo es prueba palpable de esto. 
Según sus allegados, pretende revolucionar la Iglesia, no reformarla. 
¿Porqué no convocó a un Concilio? Creo que porque considera que no tiene tiempo para conseguir lo que desea (un cambio radical de la doctrina, convirtiendo la Iglesia en lo que no es), y porque doblegar a cinco mil obispos es más difícil que manipular a doscientos con un sínodo. Es una opción con más posibilidades de éxito. No son mil obispos los que defienden la doctrina tradicional sino apenas veinte. Y las filtraciones a la prensa pueden ser más dirigidas. No se si éste será el rumbo que quiere Cristo para su Iglesia. Pero Francisco lo está logrando.

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