sábado, 21 de febrero de 2015

La Iglesia es Una. Para Francisco parece que no.

El Papa puede equivocarse. No es ninguna novedad. Nadie puede ignorar que en sus palabras incluya gustos, opiniones, posturas, experiencias, estudios, reflexiones que le son propias. El Espíritu Santo no convierte a las personas en ventrílocuos que repiten dictados mentales especiales. Cuando uno habla, habla desde lo que es. 
Si tiene la conciencia moral formada y recta, mejor.
Si de sus estudios y formación puede hacer su propia síntesis que sea fiel a los autores originales mínimamente comprendidos, mejor, aún incluyendo su propio parecer.
Si hablamos de la interpretación de la Sagrada Escritura, si uno confía y no se aparta de la Tradición y del Magisterio de la Iglesia, cualquiera puede estar seguro de que su enseñanza coincide con la de la Iglesia.
El Papa Francisco cerró la Semana de la Oración por la unión de los cristianos con estas palabras:
"Muchas controversias entre los cristianos, heredadas del pasado, pueden superarse dejando de lado cualquier actitud polémica o apologética,  y tratando de comprender juntos en profundidad lo que nos une, es decir, la llamada a participar en el misterio del amor del Padre, revelado por el Hijo a través del Espíritu Santo. La unidad de los cristianos –estamos convencidos– no será el resultado de refinadas discusiones teóricas, en las que cada uno tratará de convencer al otro del fundamento de las propias opiniones. Vendrá el Hijo del hombre y todavía nos encontrará discutiendo. Debemos reconocer que, para llegar a las profundidades del misterio de Dios, nos necesitamos unos a otros, necesitamos encontrarnos y confrontarnos bajo la guía del Espíritu Santo, que armoniza la diversidad y supera los conflictos, reconcilia las diversidades...
Por obra del Espíritu, nos hemos convertido en uno con Cristo, hijos en el Hijo, verdaderos adoradores del Padre. Este misterio de amor es la razón más profunda de unidad que une a todos los cristianos, y que es mucho más grande que las divisiones que se han producido a lo largo de la historia. Por esta razón, en la medida en que nos acercamos con humildad al Señor Jesucristo, nos acercamos también entre nosotros...
El compromiso común de anunciar el Evangelio permite superar toda forma de proselitismo y la tentación de la competición. Todos estamos al servicio del único y mismo Evangelio..."

Francisco deja separadas la razón de la fe: basta de teorías, apologética, o misión. Basta de dar razones de la propia fe. Ignorando que la fe católica es distinta a la fe de un luterano, pentecostal, bautista, mormón o lo que sea. Donde tampoco la Iglesia ha sido culpable de muchas de las divisiones que han alejado y hasta promovido la creación a gusto de sus pastores de miles de sectas evangélicas. Sectas que compiten con un proselitismo feroz hacia la propia Iglesia.
Es lamentable que el Papa anteponga sus preferencias ecuménicas y opciones doctrinales laxas y confusas cuando habla de la Iglesia y de su misión, a la que identifica prácticamente con el resto de las comunidades eclesiales (aunque no todas las sectas evangélicas o pentecostales puedan incluirse en ese término).
Que la Iglesia Católica, comprada al precio de la sangre de Cristo, sea rebajada y confundida con cualquier creencia cristiana separada de la unidad de fe que pidió Cristo, es denigrarla.
Si el Papa, que tantas veces comparó a la Iglesia con María, habla así de la Iglesia, fomentando un ecumenismo confuso y rastrero, puede llevar al error a muchos. Y no está para eso. Aunque él se arrodille, no tiene porqué hacer arrodillar a la Iglesia.

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