jueves, 29 de enero de 2015

La fe católica frente a lo no-católico [3]: el riesgo de la ambigüedad

La fe católica, a través del tiempo y del estudio de los evangelios, ha ido formando su Tradición, cuya imagen puede ser válidamente la de un río, con un cauce y un sentido, dirigido a conocer la presencia de Dios en el mundo a través de su revelación en Jesucristo, donde los márgenes del río señalan aquello en lo que la fe católica consiste y se desarrolla, diferente de aquello donde deja de ser católica, cuando se desborda y sale del curso del río.
En sus formulaciones, la fe es muy clara y sin ambigüedades. Que Jesús es verdadero hombre y verdadero Dios es una verdad de fe. Si afirmo que Jesús sólo tenía una apariencia humana, que fue sólo un gran profeta, que es un avatar de Dios, me alejo de la verdad y en el error.
La fe, estudiada por los Padres de la Iglesia, por ejemplo ha dado grandes obras de teología, que consiste en una explicación racional de la fe en Dios, en la Santísima Trinidad, en la Iglesia.
Cada uno puede cuestionar su propia fe. Preguntarse qué quiere decir. Una respuesta a ello es el Catecismo, o aquellas intervenciones del Magisterio para cuestiones específicas.
El Papa Francisco, en la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, pidió a los jóvenes de Argentina "no licuar la fe". Licuar la fe, hacerlo aquello que la fe no es, es sinónimo de hacerla no- católica, salirse del cauce y de la dirección de ese río que nos entrega la Tradición de la Iglesia.

Y sin embargo...
El Papa Francisco también ha intervenido repetidas veces sobre el tema de la fe. En su Evangelii Gaudium, en relación a la Evangelización, habla específicamente de algunos aspectos de esta cuestión:
  • "Jesucristo también puede romper los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo y nos sorprende con su constante creatividad divina. "(11)
  • "Una pastoral en clave misionera no se obsesiona por la transmisión desarticulada de una multitud de doctrinas que se intenta imponer a fuerza de insistencia."(35)
  • "A veces, escuchando un lenguaje completamente ortodoxo, lo que los fieles reciben, debido al lenguaje que ellos utilizan y comprenden, es algo que no responde al verdadero Evangelio de Jesucristo. De ese modo, somos fieles a una formulación, pero no entregamos la substancia. Ése es el riesgo más grave."(41)
  • "No hay que pensar que el anuncio evangélico deba transmitirse siempre con determinadas fórmulas aprendidas, o con palabras precisas que expresen un contenido absolutamente invariable. Se transmite de formas tan diversas que sería imposible describirlas o catalogarlas, donde el Pueblo de Dios, con sus innumerables gestos y signos, es sujeto colectivo."(129)

Aunque éstas cuestiones señaladas por el Papa sean referidas a la metodología en la evangelización o en la transmisión de la fe, siendo desde este aspecto válidas, lo que se deja entrever detrás de ellas es una toma de posición negativa y contraria respecto a la formulación de la fe en doctrinas, fórmulas o palabras, de las cuales la Iglesia misma tiene una experiencia y una enseñanza de casi dos mil años. 
Aquí, a diferencia de la gravedad del escándalo para la vivencia y adhesión a la fe, se manifiesta una actitud peyorativa respecto a una formulación de la fe clara y madurada, dejando al libre arbitrio de quién sabe qué interlocutor (quizá el mismo Papa se siente llamado a ésto), proclamar o revolucionar con esa "constante creatividad divina" que nos desafía con sus novedades.


Las cuestiones más cuestionadas a la Iglesia
Hay una serie de tópicos que desde hace décadas (en particular desde el Vaticano II) se vienen usando de ariete para derrumbar numerosas certezas de la fe y de la moral que ya están definidas y reafirmadas por el Magisterio, como la anticoncepción, el celibato de los sacerdotes, el divorcio, la comunión a los divorciados, el matrimonio entre personas del mismo sexo, el aborto, la eutanasia, la ideología de género, etc.
El Papa Francisco, cuando se ha manifestado públicamente sobre alguno de estos temas (no todos) ha afirmado que lo esencial seguirá como es hasta ahora.
Pero en muchos de sus gestos particulares, entrevistas, comentarios y acciones no parece apartarse de la mentalidad relativista que se presenta hoy en la cultura. En su ambigüedad manifiesta, nunca ha dejado en claro sus intenciones o pensamiento. Ha dejado, en cambio, muchas dudas en el camino.

Si leemos su discurso en la clausura del Sínodo sobre la familia (2014) esta postura se ha declarado abiertamente y sin dudas, cuando en su análisis de las tentaciones referidas al abordaje de la situación de las familias y de los matrimonios en especial, su primer (y más larga) crítica se dirige hacia aquellos que tienen certezas (de la fe) y que han sido una oposición notable para los planes de, al menos, quienes fueron puestos por el Papa para organizar el Sínodo:

  • "una: la tentación del endurecimiento hostil, es decir, el querer cerrarse dentro de lo escrito (la letra) y no dejarse sorprender por Dios, por el Dios de las sorpresas (el espíritu); dentro de la ley, dentro de la certeza de lo que conocemos y no de lo que debemos aún aprender y alcanzar. Desde los tiempos de Jesús, es la tentación de los celantes, los escrupulosos, los diligentes y de los así llamados —hoy— «tradicionalistas», y también de los intelectualistas.
  • La tentación del buenismo destructivo, que en nombre de una misericordia engañadora venda las heridas sin antes curarlas y medicarlas; que trata los síntomas y no las causas y las raíces. Es la tentación de los «buenistas», de los temerosos y también de los así llamados «progresistas y liberales».
  • La tentación de transformar la piedra en pan para romper un ayuno largo, pesado y doloroso (cf. Lc 4, 1-4), y también de transformar el pan en piedra y tirarla contra los pecadores, los débiles y los enfermos (cf. Jn 8, 7), es decir, transformarlo en «cargas insoportables» (Lc 11, 46).
  • La tentación de bajar de la cruz, para contentar a la gente, y no permanecer allí, para cumplir la voluntad del Padre; de ceder al espíritu mundano en lugar de purificarlo y conducirlo al Espíritu de Dios.
  • La tentación de descuidar el «depositum fidei», considerándose no custodios sino propietarios y dueños, o, por otra parte, la tentación de descuidar la realidad utilizando una lengua minuciosa y un lenguaje pulido para decir muchas cosas y no decir nada. Los llamaban «bizantinismos», creo, a estas cosas..."
"El Dios de las sorpresas" para Francisco, que pareciera esperarnos con "nuevas certezas" en el camino que emprende de la Iglesia a partir del Sínodo. Pero esta búsqueda de novedades, este salir de las propias certezas, de aquellos escrupulosos o intelectualistas que el Papa descalifica, no deberían dejar de tener en cuenta una certeza que se verá al final de este año 2015 en la segunda etapa del Sínodo: 

Así advierte el Papa Francisco a los Padres Sinodales, por si quedaba duda:
"Por lo tanto, la Iglesia es de Cristo —es su Esposa— y todos los obispos, en comunión con el Sucesor de Pedro, tienen la tarea y el deber de custodiarla y servirla, no como padrones sino como servidores. El Papa, en este contexto, no es el señor supremo sino más bien el supremo servidor, el «servus servorum Dei»; el garante de la obediencia y la conformidad de la Iglesia a la voluntad de Dios, al Evangelio de Cristo y a la Tradición de la Iglesia, dejando de lado todo arbitrio personal, incluso siendo —por voluntad de Cristo mismo— el «Pastor y doctor supremo de todos los fieles» (can. 749) y también gozando «de la potestad ordinaria que es suprema, plena, inmediata e universal en la Iglesia» (cf. cann. 331-334)."

Estamos advertidos. Si hay cambios, o si se impidiesen esos cambios, el Pastor y doctor supremo de TODOS los fieles, es el Papa. El mismo que tiene la potestad SUPREMA, PLENA, INMEDIATA Y UNIVERSAL. El mismo que nos advierte sobre licuar la fe.

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