miércoles, 28 de enero de 2015

La fe católica frente a lo no-católico [2]: la gravedad del escándalo

El escándalo significa (literalmente) poner un obstáculo, una piedra, en el camino del otro.
Jesús lo condenó firmemente ("Ay del que escandalice a uno de estos pequeños...") y la Iglesia desde su tradición lo ha asociado al escándalo de la fe: el que otro, con sus acciones o afirmaciones, haga doblegar o caer en la propia fe, pudiendo incluso hasta arriesgarse a perderla. Muchas veces este escándalo pasa también por poner a prueba la propia fe.
El escándalo viene nombrado numerosas veces tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo.
El mismo Papa Francisco lo ha asociado a la incoherencia del cristiano, aquél que va a misa o reza pero no da testimonio, llegando a decir que "el escándalo mata" o que "el escándalo destruye la fe".
En la Evangelii Gaudium lo nombra en relación al trabajo y a que las divisiones entre cristianos de Asia y África escandalizan a los evangelizados.
Lo que creo que está en juego en este momento eclesial, donde el pensamiento no-católico parece estar ganando terreno, es justamente la prueba por la que la misma fe está enfrentando: que muchas palabras, acciones u omisiones del Papa Francisco escandalizan lisa y llanamente a numerosos católicos (me incluyo).
Es decir, el Papa se ha declarado "hijo de la Iglesia", hasta el momento no ha negado ningún dogma básico (abiertamente), nadie puede negar que sus audiencias de los miércoles son aceptablemente ortodoxas... pero muchas veces hasta aquí llega su proclamada (y denunciada) necesidad de coherencia.

El Papa puede recibir a quien quiera (la presidenta Kirchner todas las veces que quiera, políticos, sindicalistas, artistas, empresarios), algunos de ellos más impresentables que otros, pero está en su derecho. Sea Maradona, Porsche o la Harley Davidson.
Puede reunirse las veces que quiera con pentecostales, rabinos, imanes, luteranos, budistas, hinduístas, etc., en su búsqueda interreligiosa. Nadie se lo puede impedir. 
Puede llamar por teléfono las veces que quiera y hablar con quien fuera, trascendiendo alguna de estas veces (las peores) y sin duda hablará más veces de las que nos enteramos (para mejor). 
Puede dar entrevistas con el periodista que quiera, fijarse si transcriben bien en sus respuestas o si le hacen decir cosas que no dijo, y expresarse como le venga en gana. 
Puede también elegir o no qué países visitar, preparar viajes, volverse antes si hay un tifón y reunirse con quién quiera en cada visita. Nada que objetar. 
Puede al final del Sínodo (etapa 2014) sobre la familia recordar a los obispos que la última palabra la va a tener él, porque para eso lo eligieron Papa, y tiene, a su manera, razón. 
Puede escribir una encíclica sobre la fe a cuatro manos (aunque las manos que escribieron más fueron de otro) y si quiere, preparar una sobre la ecología, tema tan urgente para la Iglesia. 
Puede escribir en la "Evangelii Gaudium" (si la escribió él) que "el tiempo es superior a espacio" y todo eso que sólo él entiende, y todo bien.
Si a los cardenales de la Curia les enrostra sus quince enfermedades en la cara y se va tan contento, él sabrá porqué lo hace cuando los humilla de esa forma pública.
Todo eso puede porque es el Papa, nos guste o no.

Ahora, el drama es que cuando el Papa Francisco= Jorge Bergoglio hace la mayoría de las cosas que enumeré antes, y las va a seguir haciendo, escandaliza.
Y escandalizar es grave. Él también lo reconoce. Pero no se si se da cuenta de lo que hace.

Escandaliza con sus palabras, sus gestos, sus homilías en Santa Marta, sus condenas, sus ataques, sus obsesiones, sus entrevistas (en vuelo y en tierra), sus silencios repetidos sobre los católicos perseguidos, su "mediática" humildad y sencillez, su ambigüedad en muchos temas, su afán de complacer al público al que se dirige aunque luego se contradiga.

En este punto, no es un problema de fe, sino de escándalo.
Que puede hacer perder la fe.
Y el Papa lo sabe. En teoría. Quizás en la práctica no se da cuenta que lo hace. Y se lo han dicho en alguna de estas cuestiones. O debería darse cuenta solo. O no se lo dicen, alguno de los obsecuentes que lo rodean.
Es grave. Para la fe. Para la Iglesia.

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