miércoles, 24 de diciembre de 2014

Feliz Navidad, cuando Dios se hace pequeño

Hace tiempo me vengo acordando de Charles Péguy, a quien comencé a leer hace 23 años.
Y me debía una entrada del blog por la Navidad.
Y en el medio, el discurso del Papa a la Curia Romana. Lamentable. Que al que le quepa el sayo, que se lo ponga. Pero también el Papa le habla a la Iglesia. Más lamentable. Porque si señala enfermedades y el lleva (casi) dos años de doctor jefe de este hospital con el que compara la Iglesia, poco o nada ha hecho para curar esos males. Y tampoco es inmune a las enfermedades que diagnostica. Y si dice en una de ellas que está mal "divinizar al jefe", que empiece a controlar a gente suya de Radio Vaticana, jesuitas formados por él, que le adjudican un salmo real y mesiánico a su majestad el papa Francisco por su cumpleaños.
Hace 100 años Péguy escribía en su "Veronique":

“He aquí la verdad. He aquí la novedad. He aquí lo que es necesario ver. Todo es no cristiano.
Perfectamente descristianizado. He aquí lo que los eclesiásticos no verán; lo que rechazarán
ver; lo que negarán obstinadamente. He aquí lo que muchos católicos con ellos no
reconocerán, lo que todos los católicos con ellos, después de ellos negarán y no reconocerán.
Obstinadamente. (...) No es un secreto para nadie, y en las escuelas no se puede esconder, tal
vez sólo en los seminarios, que la descristianización vino por culpa de los clérigos. Ella no
viene de los laicos, viene de los clérigos”.
“Los católicos no han sostenido nunca a sus hombres. Se debe desconfiar de los curas. No
tienen fe, o muy poca (...). Todo el marchitamiento del tronco, la aridez de la ciudad
espiritual, fundada temporalmente, prometida eternamente, no procede de los laicos sino de
los clérigos. Deriva de una desafección, de una desgracia, de una esterilidad (de gracia), de
una insuficiencia, de una incuria, de una impericia, de una deficiencia de los clérigos... Y al
mismo tiempo, con una singular contradicción que prueba cuán culpables se sienten en el
fondo, a la vez que declaran oficial y formalmente, superficial y pomposamente que todo va
bien, muy bien, no dejan de quejarse y de despotricar. Quejarse y despotricar es su fuerte. Se
lamentan, se quejan, maldicen, calumnian, se encogen, gruñen, refunfuñan, son
insoportables, desagradables, desgraciados, sin gracia, están de mal humor, y, lo que es peor,
tienen el humor estropeado, tienen rencor. Viendo lo que han hecho del mundo que se les
confió, y el estado en que tendrán que devolverlo, sintiéndose, sabiéndose responsables ante
Dios, para con Dios, del mundo, de ese mundo que ellos han perdido [a Dios, que le había
entregado este mundo], y hasta cuánto tiempo, seguramente hasta el final del mismo, como médicos calumniadores se quejan del enfermo; abogados injuriosos, se quejan del cliente;
injuriosos pastores, culpan al rebaño”.

Un mundo no cristiano. Que no en vano Benedicto XVI convocó al Año de la Fe (que se empalideció con la llegada de Francisco que obnubiló y fascinó a tantos por sus gestos, haciéndoles creer sobre una revolución y una primavera eclesial que no da frutos) y que hizo perder a su verdadero centro: Dios, Dios encarnado y vivo en la Iglesia, Jesucristo, presente en el mundo para llevar a los hombres a Dios. Pero no. Todo está puesto en un Papa que (a esta altura no se puede negar que concientemente, si tanto lo alaban por ser un gran comunicador y saber manejar los medios y opiniones a su antojo) se ha puesto en el centro de la vida católica, encegueciendo a tantos y levantando su dedo acusador contra los que no piensan como él. Y olvidando que la misericordia de Dios también se aplica a los católicos. Y dejando las 99 ovejas sin pastor, para buscar a la que se fue, o nunca estuvo, y no quiere entrar, porque no le interesa esta institución de la que su jefe se queja y condena constantemente. Con la excusa de una reforma de la Curia, como si fuera la única urgencia, atascada por un grupo de inoperantes cardenales. ¿O el G-9 tienen su vacuna contra estas 15 enfermedades?

“Había también analogías impresionantes entre los tiempos de los romanos y nuestros
tiempos. Se trataba del mismo desorden y del mismo tipo de no inteligencia, pero vino Jesús.
Tenía que hacer sus tres años. Hizo sus tres años. Pero no perdió sus tres años, no los utilizó
para quejarse de los males de los tiempos. Y, sin embargo, existían los males de los tiempos,
de su tiempo. Llegaba el mundo moderno, estaba listo. Y él abrevió. De una manera muy
sencilla. Haciendo el cristianismo. Poniendo en el medio el mundo cristiano. No imputó, no
acusó a nadie. Salvó. No imputó al mundo. Salvó al mundo. Estos otros [el partido devoto]
vituperan, imputan. Acusan las arenas del siglo, pero también en tiempo de Jesús existía el
siglo y las arenas del siglo. Pero en la arena árida, en la arena del siglo corría una fuente, una
fuente inagotable de gracia”.

No hace falta nada más. Nada más que Jesucristo, Dios hecho hombre, Dios que se hizo pequeño, nacido en Belén. 
¡Feliz Navidad!

No hay comentarios.:

Publicar un comentario